lunes, 18 de diciembre de 2006

Palabras de una noche lluviosa

Era una lluvia melancólica. El aire pasaba entre las hendijas de la persiana y la habitación estaba llena de recuerdo de calor. De a momentos un rayo iluminaba el cielo, las gotas, el silencio. Silencio que había dejado el violín, desafinado, empolvado, entristecido en una esquina. Encerrado, espectante de un día que tal vez no llegue nunca. Observador de dolor.
Y así, bajo dulces aromas; bajo imágenes de fantasías distantes, e increíblemente cercanas; con el caer de las gotas, me proyectaba hacia el pasado cercano, hacia media hora atrás en el tiempo.

Ése haz de luz, que tan hermosamente se proyectaba en el cielo nublado nocturno. Lasi ideas de un encuentro, ficticio, falso, inexistente.
Y comenzó a llover. Como pequeñas esferas de plata, las gotas se revelaban en un camino luminoso, dirigido al infinito, y detenido en lo cercano. Distancias, distancias. Cuando lo mucho es poco, y lo poco mucho.
La genial orquestación acuosa iba en aumento, provocando colores en el haz antes blanco. ¡Cuánta belleza puede entrar en tan poca cosa!
El golpe imaginario de un granizo inexistente me catapulta, de realidad a realidad, hacia más allá. Lejos, muy lejos de la Percepción (o tal vez, más cerca que nunca).
Cabalgando a pelo un cristal luminoso, emanado de la lluvia y de un rayo misterioso, me voy por la Vía Láctea. El Universo , en su máxima gloria, se comprime y expande, creando en mi boca todos sus sabores. Los de ella.
Veo una colisión celestial, un abrazo de titanes, un grito de galaxias ( allá, por donde el ruido duerme, y tus silencios me acarician).
Con el trueno (ese gran rugido paralizante, leónico) nacen tus pestaneos, y un esbozo de sonrisa. Tu perfume, dulce aroma floral, hermoso y placentero, eterno, nace del golpeteo de la lluvia en mi alma desnuda y sola.
Como el arco contra las cuerdas, veo la suavidad de tu piel. Oigo su sabor. Degusto su calor.
Me pierdo en tu alma, tus ojos. Me maravillo con las estrellas, las galaxias, que parecen la resina que cae de la crin del arco. Resina que cae en tus pupilas oscuras, hipnóticas.
Las cuerdas resuenan con la percusión; la lluvia, con el rayo. La luna me mira, sin mirar. Voy a su encuentro como lo hago con ella. Distancias. Se unen los cuerpos celestes, en una fusión caótica, ordenada... Sincronizada.

Vuelvo a mi casa, sin haber salido, pero todavía queriendo más de ella.

Mañana veremos, ya veremos.

domingo, 26 de noviembre de 2006

Nunca.

"¡Ja ja ja!" rió un hombre. "¡Mirad a aquel pobre viejo! ¡Intenta sacudirse su cuerpo como un perro las pulgas!"

Toda la corte rió y se mofó del viejo.

Una mujer en una esquina lloró. Comprendía al pobre anciano.
Aún ella, con sus finos labios, sus ojos de cielo, su pelo de fuego, su belleza sin igual, sentía la necesidad de quitarse aquella prisión carnal.

Pero sin morir.

Lo intentó mil veces, y no pudo. Y a cada minuto que su alma permanecía en ese cálido y dulce envase, se oxidaba, se corrompía. Se sublevaba a cuestiones banales, se besaba con lo irrelevante, se prostituia con la superficialidad.

Pero sin morir.

El viejo intentó sacarse el cuerpo nuevamente, y por poco se quita la vida.

Allí el problema. ¡Es que se encuentran tan fuertemente unidos!

Por supuesto la corte entera rió de nuevo. Una mujer rió tanto que su peluca salió disparada y fue a caer en la carroza del Duque, que, asustado, brincó por la ventana y su cráneo fue aplastado por un caballo.

Pero sin morir.

Agonizó largamente, y nadie lo notó, puesto que los ojos de la corte entera estaban cubiertos de lágrimas, y nadie escuchó los gritos por las fuertes carcajadas que emitían. Así murió el Gran Duque. Como si nada pasara, sin que a nadie le importara, sin que nadie lo recordara, nunca.

Nunca.

Lo enterraron en una fosa común, porque entre todo el alboroto, un lunático de la calle lo despojó de sus ropas, y como ya ni cara tenía, nadie lo reconoció. Ni a nadie le importó. Su mujer no lo buscó, no preguntó, ni se preocupó.

Nunca.

Y la única testigo era la joven de cara de angel, pelo de fuego, cuerpo esbelto, con gracia, adorable, gentil, hermosa como la belleza misma. O más. Se apoyó horrorizada en una pared de piedra, y se cubrió de la realidad tapándose la cara con las manos.

Pero no pudo evitar mirar. Corrió un dedo, y luego otro. Siempre hizo lo mismo y no lo dejaría de hacer.

Nunca.

Anciano, Duque y Bella se miraron. Todos morirían, queriendo vivir, buscando vivir, pidiendo vivir. Ninguno viviría lo que hubiera querido vivir, el tiempo que hubiera querido, ni la manera en la que hubiera querido. Nunca. No vivían, ni morían tampoco. Se encontraban en la nada, sin escapar, sin caer y sin volar.

Todos esperaban un destino diferente, pero equivalente. Morirían sin morir. Esperaban sin vivir. Permanecían sin actuar. Pasaban sin dejar rastro.

¿Estaban; serían; morían?

No, ninguna de ésas.

Nunca.

sábado, 29 de abril de 2006

Impresionismo modificado


Estaba al pedo y se me ocurrió hacer esto.... No es nada del otro mundo, pero bueno. Para no ser tan chanta, voy a escribir algo, y que salga lo que salga:


Entre las flores te encontrabas, y no pensabas nada. Solamente disfrutabas del momento, del aroma.
Las pintaste con tu sangre, estaban rojas. "Sortiem adjáh", enunciaste.
Comprendí que aquellas flores eran tu cuerpo, y tu alma el cielo eterno. ¡Forjando el acero estais matando a la Bella, hombres! Nadie respondió mi grito. Así como en el espacio no se propaga el sonido por la falta de aire que lo conduzca, las palabras no producen efecto en los hombres sin alma.
Sin poder hacer nada para salvarla, decidi acompañarte. El fuego de nuestra pasión consumió tu cuerpo, y lo liberó hacia el cielo.
Te extraño desde entonces. El ser Humano a creado peores cosas que la espada. Ya es mi Fin, el de todos, en realidad. Iré a acompañarte. ¿Puedo? ¿Me perdonas? Gracias.

miércoles, 15 de febrero de 2006

El Amo y el Señor

Bueno, por primera vez presento un cuento que nada tiene de acertijo. Es incluso un cuento algo extraño (o así es para mí), no es para nada realista, pero creo que tiene cierto "gustito", también es un poco cíclico. Espero que les guste tanto como me gusta a mí.

El Amo y el Señor

Se revolcó entre las hierbas el cuerpo magullado de la bestia arcana. Azotada desde el infinito por su maligno Amo, sufría y agonizaba, deseosa de morir. Hasta que el destino llevó a la puerta de su prisión milenaria un retazo de tela azul. En él unas palabras rojas bailaban con increíble gracia, y su color vacilaba levemente en los movimientos más audaces. Con su danza creaban imágenes en la mente de la criatura que observaba, atenta, todo movimiento y todo detalle. Eran imágenes maravillosas de libertad y paz, creadas como solo la literatura puede crear.
Así conoció la libertad la bestia, y así aprendió a desearla, a quererla y a soñarla. Gracias a ello olvidó a la muerte, y con aquel olvido voluntario creció en ella el deseo de rebelión. Creció una ira incontrolable hacia su captor eterno, que la había privado de todas las maravillas que el mundo ofrecía.
La furia aumentaba a cada azote, a cada tormento y a cada segundo de cautiverio. Un círculo se había creado. A cada enojo correspondía un golpe y a cada golpe un enojo.
Entonces, el enojo se convirtió en furia, la furia en ira y la ira en cólera. La insolente bestia se reveló contra su Amo y Señor. La noble criatura, harta de morir , poco a poco; ejecutada todos los días por el verdugo que la apresaba, deseó la libertad más que cualquier otra cosa.
Y fiera la bestia devoró sus cadenas, e incendió con el flamante deseo aquella cárcel que la había retenido los infinitos tiempo pasados. Se elevó hacia los cielos nublados y cara a cara se vió con su mutilador. Cicatriz por cicatriz igualó su condición y la bestia, vencedora, encarceló al perdedor.
Lo despojó de sus ropas azules de criatura libre y las rompió en millones de pedazos que volaron con el viento. En forma de recompensa, los cielos ,ahora azules, le tejieron aquellas ropas especiales.
La bestia aceptó el regalo, pero se negó a perdonar a su antiguo captor. Enceguecida por la venganza silenció a los cielos y los tapó con nubes, para nunca más escuchar la palabra "perdón". Tomó las armas que habían sido de su actual esclavo, y lo azotó por todos los tiempos.
Se había convertido en el Amo y el Señor.

domingo, 12 de febrero de 2006

La Habitación

Aqui escribo otro acertijo, pero esta vez no es tanto "cuento", es mas matematico:

Supongamos que hay una habitación, un sala de espera. Puede ser para el dentista, la carniceria, panaderia, hospital o lo que se le ocurra. El caso es que es una habitación y que hay gente que espera en ella. En esta habitación hay 21 personas de las que 6 son niños. Estos niños acompañan a sus madres, y 4 de ellos son hijos únicos. Las madres de las madres acompañan tanto a los niños como a sus hijas. Las personas que quedan son hombres, todos de la misma edad. De todos ellos, tomaremos a uno, no importa cual. Este hombre viene acompañado por el hijo del nieto del abuelo de su padre. Este hombre se fija en los numeros de los demas hombres para calcular cuanto le falta y todos ellos tienen numeros primos consecutivos. Todos ellos habian llegado antes que él y después llegó el resto de la gente que ahora se encuentra en la habitación. Sí hay 10 minutos por cada cliente, y se tarda 2 minutos y 30 segundos más por cada acompañante que tiene el cliente que está siendo atendido ¿Cuánto tendrá que esperar el hombre elegido? ¿Cuales son los números que tienen los hombres que estaban antes que él? Ahora digamos que en el momento en el que el hombre se va con su acompañante llega una adolecente. ¿Qué hora era cuando llegó el primer cliente (suponiendo que no hubo más que los ya dichos) si la adolecente se fue, luego de ser atendida, a las 20 hs.?

Ahora pueden enviar sus respuestas a : colossal_oraculus@hotmail.com

domingo, 15 de enero de 2006

Los pensadores de Atornum

Aquí les presento el primer acertijo, espero que sepan cómo resolverlo :

Los pensadores de Atornum

Jorge Essen tenía cita con el médico del pueblo. Éste hombre, de avanzada edad, había atendido a su familia desde hacía muchos años, por lo que le daba un trato especial (además de un precio especial).

Jorge nunca había estado demasiado tiempo en la sala de espera y el médico siempre lo atendía con buen humor.

Essen ya había llegado al consultorio y se encontraba sentado en una de las sillas de madera de la sala de espera, en la que se encontraban dos personas. Le echó una mirada a las revistas que había en un pequeño mueble a su lado. Él no las necesitaría, en seguida llegaría el amable viejo y lo llevaría al consultorio, lo revisaría rápidamente y se iría a su casa.

Y como Jorge predijo, rápidamente llegó el anciano. Pero no dijo su parlamento habitual, sino que un dolor punzante le impidió el habla y permaneció inmóvil, con la mano derecha sobre su pecho. Jorge se levantó para ayudarlo, sin embargo no fue necesario. El médico se recuperó y le dijo amablemente que pasara hacia otro cuarto y lo atendería de inmediato.

Jorge se sintió satisfecho, su rutina permanecía inalterable, excepto por un detalle: Nunca había entrado a esa habitación. Lentamente se aproximó hacia donde señaló el viejo y abrió la puerta de madera negra que le conduciría a la misteriosa habitación. Y nuevamente se sintió relajado al descubrir que era una especie de sala de espera, en la que había únicamente una silla, que le resultó extremadamente cómoda. Frente a ella había un cuadro antiguo y muy llamativo, que combinaba a la perfección con los aromas y la música que flotaba suavemente en el cuarto. Era , en conjunto, una verdadera obra de arte y un monumento a la comodidad.

"Tal vez aquí venga a relajarse el viejo médico de la familia" pensó Essen. También pensó que, si lo seguía invitando a la habitación, podría ir a revisarse más seguido. "Probablemente me invitó a esta sala para retribuirme tantos años de fidelidad. Tal vez aún se sienta culpable por..." Jorge interrumpió sus pensamientos. No quería recordar aquel suceso tan doloroso. Observó el cuadro que tenía enfrente: era una escena algo irreal, tenía algo macabramente bello, aunque no sabía qué. Un hombre apuñalaba a un cerdo, mientras que otros se peleaban entre sí. Había alguien muerto en el suelo. Caído mientras se agarraba la cabeza.

Jorge recordó aquello que quería olvidar.

"Mi padre, murió en los brazos del médico. Pero no fue su culpa, papá tenía un coágulo en el cerebro, no había nada que el viejo pudiera hacer. No puedo creer que aún recuerde, no puedo creer que mi esposa aún lo utilice para evitar que yo venga".

El cuadro lo llamó de nuevo: Tres pequeños personajes bailaban sobre la espalda de una criatura deforme. La criautura lloraba pidiendo piedad.

" '¡Sólo vas para ahorrarte unas monedas!' me dice. '¡Mató a tu padre!'. No tiene ningún derecho de utilizar el nombre de mi padre así. Ni tampoco de insultar a aquel buen hombre, que tan amablemente le habia ofrecido su salón de descanso. ¡Pobre anciano! Todavía se siente culpable, después de tantos años."

Aquel cuadro. ¿Qué era lo que le atraía?. En lo lejano, una estatua colosal lo observaba, con una mirada penetrante, hipnótica. Todo en aquel cuadro estaba bajo su control, bajo su mirada inquisidora.

"Hace 20 años que mi padre murió. En una semana serán los 20 exactos. ¿Lo sabrá el médico? ¿La fecha le habrá traído un antiguo sentimiento de culpa?"

Unas mujeres gritaban semi-enterradas en el cuadro, y aquel coloso que todo lo observaba permanecía impasible.

"Ya serán 20 años"

Aquel Gran Hermano lo miraba desde aquella obra de arte. Lo atacaba, lo hipnotizaba, lo tentaba y le contaba secretos mortales al oído. Finalmente, el tiempo pasó sobre el tiempo y el espacio sobre el espacio. Y como un buda maldito llegó a una iluminación, al gran conocimiento perturbante de los secretos abismales del oscuro Universo. "Aquel cuadro" pensaba Essen mientras su mente era catapultada hacia una dimensión de penumbras.

Fue encerrado en una estatua de mármol, pensando constantemente en algo o alguien llamado Atornum. Repentinamente sintió que lo arrastraban con una agilidad increíble, y esta persona ,que lo arrastraba hacia un pequeño pasillo de muros de piedra, cantaba:

"¡La pequeña oveja perdida volvió al rebaño! ¡Y el pastor la llevó entre las Colinas de la Sabiduría!"

"Es el anciano" pensó Jorge. "¡El médico! ¡ATORNUM!". El viejo rió atrás de él, como si hubiera adivinado su pensamiento.

"Cuéntame, ovejita, háblame, ovejita. ¡El Coloso te lo ha dicho, y el conocimiento tiene su precio!"

Luego, el viejo cantó como un maniático palabras sin ningún sentido. Parecía una especie de idioma, pero vedado a la sabiduría universal que Jorge poseía.

"Has llegado justo a tiempo, pequeño pensador. ¡Tu mentor extraerá de tu carne lo que no puede extraer de tu boca! Una semana más tarde y nunca podrías haber escuchado lo que el Coloso dijo!"

El largo pasillo finalmente terminó en el Gran Salón de las 35 Columnas. Tallado en la piedra se encontraba una estatua gigantesca, que todo lo vigilaba. A sus pies se encontraban muchísimas esculturas de pensadores. En la primera fila que Essen vió, las estatuas tenían los ojos tapados y sus dedos cortados. En la siguiente, tenían todos los dedos cortados excepto uno. Jorge fue vendado. Siguieron avanzando un tiempo que pareció interminable, hasta que fue colocado en su lugar correspondiente.

"¡OVEJITA ESCURRIDIZA! ¡NO TE ESCAPARÁS DE NUEVO!" Gritó el anciano demente, y le arrancó 6 dedos.

Atornum se fue caminando, y el resonar de sus pasos dejó de escucharse. Pero una voz resonó en la mente de Essen:

"Tu alma solo se liberará de esta prisión si descubres cuántas filas de Pensadores hay, cuántos Pensadores en total y cuál es la Edad de Atornum"

Essen permaneció en la oscura sala, pensando.